Me falta hasta el aire, el aliento, el corazón me late sin ganas, y me siento con la misma sensación de alguien que pierde algo importante en su vida. Ya no volveré a ver a Diego con la camiseta del REAL OVIEDO, ya no volveré a emocionarme viéndole salir por el túnel de vestuarios con cara de comerse el mundo, con la rabia y la ilusión de quien lo da todo hasta la última gota de sudor.
Estos duros años en tercera él nos mantuvo vivos, con ilusión, nos hizo sentir que cada gol en los barrizales era tan importante, o más, que un gol al Madrid o al Barcelona. Con él recuperamos el orgullo, junto a él volvimos a sentirnos más vivos que nunca, con él sacamos la casta, la raza que teníamos olvidada.
Y le pagaron todo esto con desprecio, mintiéndole en las negociaciones de renovación, racaneándole dinero cuando a otros se lo daban a manos llenas, y siempre se portó como un señor, nunca una mala palabra hacia nadie, ni siquiera el día en que anunciaba que se iba, ni siquiera ese día.
Con Diego se va el último gran símbolo azul, quizás el más grande y querido de los últimos cuarenta años. Por eso para algunos era molesto, para los mismos que cuando estábamos con la soga al cuello no dudaron en salir corriendo llevándose todo lo que pudieron a su paso.
Diego se ha ido, lo han ninguneado, hasta el último momento, pero hoy ha empezado una nueva batalla en las trincheras, Alberto...has cavado tu tumba.
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