Tengo que reconocer que me senté delante del televisor como una especie de autómata, más guiada por la reacción de las personas de mi alrededor que por empuje propio. Veía las caras de ilusión de la gente, el colorido en los bares y en la ciudad, a la vez tan inusual y extraño, y no quería quedarme fuera del "cuadro". El ambiente que se mascaba era el de las grandes citas con la historia, y por un momento quise sentirme como uno de ellos y dejarme llevar.
Qué sí, coño, que grité durante dos segundos ¡¡gol!!, y me alegré, pero ...más que alegrarme por mi me alegraba por todas esas personas que enfundadas en una camiseta roja, y ávidas de disfrutar de un triunfo histórico, eran felices por unos instantes y se olvidaban de los problemas cotidianos de la vida. Cuando acabó todo, y me encaminé hacia mi coche, con las calles repletas de algarabía y en pleno éxtasis....me dí cuenta de que aquello no iba conmigo. Aquella satisfacción por la victoria, por el gol, me había durado lo mismo que un caramelo a la puerta de un colegio. Y durante todo el trayecto me preguntaba a mi misma...¿PORQUÉ?.
Y es que....no hay "porqués" que valgan, las cosas o se sienten o no se sienten, las hacemos nuestras o simplemente no nos pertenecen, y aquel éxito no era mío sencillamente...porque no lo sentía mío.
Ahora sé, después de ayer, aunque siempre lo sopesé y lo intuí, que lo que para lo que mucha gente es un deporte, para mi, cuando se viste de azul y lleva el nombre de REAL OVIEDO, pasa a ser un sentimiento y hasta una forma de vivir. Y no lo puedo evitar, me sale sólo, como surgen sólos siempre en esta vida los sentimientos más bonitos y eternos, y a la vez también los más inexplicables y duros porque te hacen sufrir, aunque luego en el fondo... no los cambiarías por nada en el mundo.
Sueño con que un día, , no muy lejano, en todos los balcones de la ciudad cuelguen también banderas azules, y en cada bar y en cada chigre, en cada sidrería, tengan una en un lugar de privilegio, y en el minuto ochenta de la segunda parte de la prórroga, jugándonos el ascenso a primera, Diego Cervero salte cual Puyol entre la defensa contraria para llevarnos a la gloria.
Son las cosas del corazón, esas que nos permiten seguir vivos, soñar, ilusionarnos, y es por todo esto que ayer, más que desear ser Iniesta deseé ser Sara Carbonero. ¿Porqué no soñar con que un día mi Iker, cual príncipe azul cabalgando al galope, se baje de su caballo blanco engalonado de azul, y sin importarle nada, ni nadie, me espete en los morros un beso de amor con el mundo por testigo?.
Y es que....NO SÉ SI VIVO, O SI SUEÑO.
lunes, 12 de julio de 2010
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